El problema con los grandes megaproyectos es que se siguen usando las mismas herramientas de siempre y se aplican de manera ineficiente. Para gestionar un megaproyecto se necesita un modelo de gobernanza adecuado, un sistema que permita que estos proyectos funcionen de forma operativa y efectiva. Tal como existe un modelo de gobernanza en la etapa de adjudicación, que está por encima de los ministerios y las entidades ejecutoras, se debe contar con un modelo similar para la fase de implementación y desarrollo.
Casos como Majes-Siguas, Chavimochic, Olmos y el aeropuerto de Chinchero demuestran que no basta concentrarse en la adjudicación ni siquiera en la construcción. Estos proyectos también implican un importante componente de desarrollo territorial, que va más allá de la simple infraestructura.
Alrededor de cada una de estas infraestructuras, en un área de influencia considerable, es necesario desarrollar equipamientos que generen sinergias con estos proyectos y que vayan más allá del acceso vial. Sin embargo, esta planificación integral no se lleva a cabo. Un aspecto fundamental que se ignora en estos proyectos es la gestión del suelo en esta amplia zona de influencia, especialmente el suelo estatal. Esto es crucial, ya que el Estado es el principal propietario de suelo en el Perú, y es también el más vulnerable a invasiones.
Sin una adecuada disposición de servicios públicos y accesibilidad, cualquier esfuerzo por desarrollar una zona económica o el entorno de un megaproyecto carece de sentido. Asegurar estos elementos es fundamental para el éxito sostenible de los proyectos y para maximizar su impacto positivo en la región.
¿Puede la zona económica vinculada al megapuerto de Chancay convertirse en otro fracaso? Esta zona tiene el potencial de ser el proyecto de desarrollo económico, social y territorial más importante del país. China se desarrolló basándose en zonas económicas especiales; ese fue su modelo y permitió separar el componente político de las oportunidades de desarrollo económico. Es interesante que se plantee este modelo en el contexto de una empresa china construyendo el puerto de Chancay. Parece evidente que esta idea viene de ellos, lo cual no es necesariamente negativo, siempre que se establezcan relaciones en términos de soberanía que no comprometan los intereses nacionales.
Es fundamental asegurar que esta infraestructura realmente beneficie al país y no se convierta en otro caso donde los flujos de comercio solo transitan, llegan al puerto y no generan un impacto real en transformación, diversificación o inversión. Lamentablemente, la idea de integrar el desarrollo territorial con el puerto comenzó tarde y además se hizo de forma fragmentada. Esta planificación debió hacerse desde que se decidió la inversión. La zona de influencia de este proyecto va mucho más allá de Chancay, cubre desde Lima Norte, donde habrá un gran parque industrial si ProInversión logra su cometido, hasta
Huacho, ya que el norte chico está interrelacionado, incluso sin el puerto. No tiene sentido prever intervenciones en un área muy pequeña, ya que esto generará diferencias de desarrollo entre ciudades que históricamente han estado interconectadas. Sin embargo, se ha optado por desarrollar planes ciudad por ciudad.
Chancay, Aucallama y Huaral, distritos de la provincia de Huaral, ubicada en el departamento de Lima, representan un espacio territorial limitado para desarrollar una gran zona económica especial (ZEE). Lo lógico hubiera sido delimitar la zona económica y planificar territorialmente desde allí, no por ciudades, sino de forma integral. Para esto, es necesario crear una entidad geográfica y administrativa especial. No se puede gestionar esta zona solo con alcaldes o mediante una nueva Autoridad Autónoma, como se propone un proyecto de ley, que establezca reglas y se reúna como un directorio. Se necesita una entidad gestora que comprenda el desarrollo territorial, el fomento de inversiones urbanas, la articulación productiva y la integración de infraestructura vial, con personal capacitado en estos temas. De lo contrario, será otro fracaso como ya se hemos visto.
Además, no se ha abordado un aspecto crucial: la gestión del suelo. Actualmente, las zonas aledañas a Chancay están invadidas y, con la aprobación del plan de desarrollo urbano de Chancay, las invasiones podrían aumentar debido a la falta de protección. Se requiere una autoridad con suficiente poder para preservar estos terrenos. Por ejemplo, el proyecto de recuperación del antiguo Puerto Madero en Buenos Aires, se basó en un plan maestro y creó una corporación autónoma con financiamiento de los gobiernos nacional, provincial y municipal. Hay 220 hectáreas en la zona económica, que podría alcanzar una escala mucho mayor con polos de desarrollo con diferentes funciones.
Para que este modelo funcione, se debe crear una entidad gestora similar a la corporación Puerto Madero, con recursos económicos para llevar adelante la gestión, y no depender de una comisión sin financiamiento suficiente. Además, si todos los terrenos del Estado en esta zona económica se transfieren al balance de esta entidad gestora, esta entidad tendría los recursos necesarios para generar plusvalía para el Estado, lo que permitiría financiar programas de inversión social y beneficiar a las comunidades locales. Esto es esencial para evitar la exclusión de poblaciones que, de otra manera, no estarían preparadas para integrarse a esta infraestructura de desarrollo.