La relación entre emociones y aprendizaje es un tema crucial que está ganando cada vez más reconocimiento en el ámbito educativo. En muchas ocasiones, se ha observado que el alcohol puede disminuir las inhibiciones y facilitar una comunicación más fluida. Este fenómeno tiene su explicación en la psicología del aprendizaje y revela cómo estos principios pueden aplicarse al aprendizaje del inglés sin necesidad de copas de vino.
Este fenómeno está relacionado con el concepto del ‘filtro afectivo’, acuñado por el lingüista Stephen Krashen. El filtro afectivo describe una barrera psicológica que impide el aprendizaje efectivo cuando se experimentan tensiones o ansiedades. De manera similar a cómo el alcohol puede reducir los temores, un entorno emocionalmente seguro y positivo puede disminuir este filtro, permitiendo que el conocimiento fluya más libremente.
Se ha demostrado que las emociones positivas juegan un papel crucial en la activación de las áreas del cerebro asociadas con la memoria. Cuando los adultos se sienten confiados y alegres durante el proceso de aprendizaje, como en una clase de inglés, tienen una mayor probabilidad de recordar lo que han aprendido. Este principio es esencial no solo en la enseñanza del inglés, sino en cualquier estrategia de formación profesional.
De acuerdo con Marco Moscardi, Co founder y CEO de Learninc “A pesar de la creciente evidencia sobre la importancia de las emociones en el aprendizaje, muchos programas educativos aún no integran adecuadamente este aspecto. El arte de enseñar a los adultos, tradicionalmente se ha centrado en la autonomía y la relevancia práctica, pero a menudo descuida el componente emocional. Esto puede amplificar sentimientos de aislamiento y frustración, resultando en experiencias educativas menos efectivas, especialmente en plataformas de aprendizaje con poca interacción humana”
En este contexto, para fomentar un aprendizaje efectivo, es esencial crear entornos que sean amigables y estimulantes. Esto implica que el respeto, la empatía y el ánimo deben ser pilares fundamentales en el proceso educativo. Un ambiente de aprendizaje positivo no solo reduce las barreras emocionales, sino que también potencia la motivación y la confianza de los estudiantes. Al cultivar un espacio donde cada individuo se sienta valorado y apoyado, se facilita la absorción del conocimiento y se promueve una experiencia de aprendizaje más enriquecedora y duradera.
“Crear espacios de aprendizaje empáticos es tan efectivo como el vino para liberar inhibiciones, pero mucho más duradero y saludable. Apostar por una educación emocionalmente consciente no solo mejora la práctica pedagógica, sino que transforma a los estudiantes ansiosos en aprendices apasionados y seguros, preparados para afrontar desafíos globales.” añadió Moscardi.
Cualquier proceso educativo debe ir más allá de simplemente adquirir habilidades; es fundamental que el proceso también sea disfrutable. Al diseñar o participar en programas de formación, es crucial reconocer que cada adulto trae consigo una mochila de experiencias, inhibiciones y vulnerabilidades que deben ser gestionadas con cuidado. “Apostar por una educación emocionalmente consciente no solo es una práctica pedagógica valiosa, sino una fórmula para el éxito duradero. Esta metodología transforma a estudiantes ansiosos en aprendices apasionados y seguros, preparados para enfrentar desafíos en escenarios globales”, finalizó el experto.