Vida y Estilo

Estrés crónico y mala alimentación: un vínculo devastador

La ansiedad  por estrés provoca comer en diferentes horarios sin tener control de la cantidad de cada ingesta, provocando problemas estomacales por estimulación inadecuada de la masticación.

El estrés y la ansiedad han sido reconocidos como causantes de modificaciones de la conducta alimentaria, puede provocar dolor de cabeza, insomnio y hasta depresión. Es muy probable que el estrés llegue a deplorar nuestra salud emocional y mental, aumentando el apetito y alterando la vida cotidiana de nuestra familia. Hay una estrecha relación entre estrés crónico, cortisol, consumo de alimentos de elevada densidad energética con la adiposidad visceral (aumento de grasa alrededor de las vísceras) y la resistencia a la insulina. 

“Consumir alimentos en respuesta a las emociones, especialmente a las emociones negativas, sin sentir hambre pueden generar una obsesión por la comida, y por tanto, comer compulsivamente. Muchas veces se usa a los alimentos como premios, para luego tener sentimientos de culpa o remordimiento. Hay una desconexión de las señales de hambre y saciedad, además de tener problemas digestivos por comer rápido sin masticar adecuadamente”, comenta la Gisella Espinoza, nutricionista familiar. 

A continuación, la especialista nos detalla los alimentos que se deben evitar para no elevar los niveles de cortisol y adrenalina, hormonas del estrés que perjudican al cuerpo con el paso del tiempo. 

•Alimentos fritos o ultraprocesados: Los embutidos, productos de pastelería, papas fritas, snacks fritos, precocidos, están cargados de grasas trans en su contenido. Su consumo excesivo eleva el riesgo de padecer problemas cardiovasculares y desencadena estados depresivos.

•Los alimentos envasados: Por su alto contenido de preservantes y sodio, perjudican el sistema neurológico; causan fatiga, depresión, episodios de pánico y afectan al sistema inmunológico. La elevada ingesta de sal provoca hipertensión, retención de líquidos, hinchazón y aumento de peso.

• Los alimentos “diet”: El exceso de consumo de edulcorantes como el aspartamo, bloquean la producción de serotonina en el cerebro, la hormona del bienestar, causando problemas de insomnio, dolores de cabeza, cambios de humor, ansiedad y depresión.

• Alimentos ricos en grasas saturadas: La margarina, helados, cremas, grasa de la carne, aceite de palma, entre otras, favorece la obesidad y eleva el colesterol, intensificando alguna de las manifestaciones sintomatológicas de la ansiedad provocada por el estrés.

• Alimentos elevados en azucares: provoca segregación de insulina de forma exagerada, lo que acaba por provocar una alteración hormonal que influye notablemente en los estados de ánimo. 

• Golosinas, dulces y galletas con rellenos: Por su alto contenido de azúcar y aditivos artificiales, perturban el buen desempeño digestivo, destruyendo la flora bacteriana, además su alto contenido de sodio aumenta las probabilidades de tener problemas de presión arterial elevada, ansiedad y depresión. El combinar azúcar y sal al mismo tiempo provocan shock fuerte parecido a la cafeína, ocasionando cambios de humor, dificultad para concentrarte, fatiga y palpitaciones elevadas.

• Alimentos con harinas refinadas: Panes blancos, arroz blanco, harinas de cereales  y jugos de frutas, provocan una llegada rápida de glucosa en la sangre, lo cual está asociado con un aumento de la inflamación de los tejidos, muy relacionado con la depresión. 

• El café, té negro, gaseosas y las bebidas energéticas: Su alta concentración de cafeína libera la hormona del estrés (cortisol), estimulan el sistema nervioso y sobre-activan al organismo, provocando ansiedad, nerviosismo e insomnio. 

•Alcohol: Contiene calorías vacías que pueden desencadenar episodios de depresión como ansiedad, porque fomenta picos y bajas en el azúcar en la sangre, además causa deshidratación lo cual altera la función cerebral, provocando más ansiedad.

La Lic. Gisella Espinoza explica que en situaciones de estrés, aumenta la ansiedad por comer, no sólo en volumen, también con prisa, siendo éste un hábito que se debe modificar. “Al masticar poco y comer rápido se tiene menor sensación de llenura y se come en mayor cantidad, a lo que se suma que el cuerpo trabaja más para digerir los alimentos, lo que puede producir molestias digestivas y aumentar la ansiedad por comer”, finaliza.

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