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¿Será un avance permanente o solo una fugaz ilusión?

PERU.-Durante este periodo de crisis sanitaria global generada por la pandemia del COVID-19, acontecimiento que ha obligado al mundo a una  cuasi-paralización industrial y aislamiento social, la plataforma virtual de la European Space Agency – ESA, específicamente la aplicación del satélite Sentinel-5 Precursor, ha registrado imágenes satelitales que reflejan, en varios países del mundo, una disminución progresiva de la emisión de dióxido de nitrógeno (NO2) – compuesto químico que, junto al metano, ocupan el segundo y tercer lugar de los principales gases impulsores del calentamiento global. Por su parte, en Perú, de acuerdo a reportes diarios en determinadas estaciones de medición de calidad de aire en Lima, monitoreadas por el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (SENAMHI) se registró una tendencia a la baja en contaminantes del aire como el parámetro PM 2,5 (material particulado fino en el aire) llegando algunos días a valores de contaminación dentro del rango máximo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (1).   

Hasta hace algún tiempo, eventos históricos como las guerras y epidemias eran considerados acontecimientos que contribuían a la generación de un crédito ambiental en términos de carbono, ya que ayudaban a la disminución y/o suspensión de emisiones de dióxido de carbono (CO2) (2), mayor impulsor del calentamiento global. Esta hipótesis fue superada por diferentes estudios efectuados en el año 2011, principalmente por la dinámica económica de la industria posterior al evento, la cual no solo neutralizaba el crédito ambiental generado, si no lo superaba.

Según un reporte elaborado por el Global Carbon Project (3), durante el periodo de la última Crisis Financiera Global (CFG) desarrollada en los años 2008 y 2009, se registró una caída de hasta el 1.4% de las emisiones globales de CO2; un porcentaje relativamente importante si el enfoque no solo se limita a lo numérico. Sin embargo, solo un año después, las emisiones globales de CO2 generados por la combustión de combustibles fósiles (petróleo y carbón) y la producción de cemento se dispararon en un 5%, considerándose como el porcentaje más alto de incremento anual registrado desde el año 2003 (y anterior a ello, a 1979). La emisión global de CO2 en el año 2010 superó de forma transversal el crédito ambiental supuestamente generado en el año 2009, retrotrayendo el péndulo de emisiones globales de CO2 a una posición aún peor a la que existía antes de la CFG.

Pero ahora nos preguntamos, ¿por qué sucedió ello? Se debió a que la dinámica de reactivación de la economía global en el año 2010 se caracterizó principalmente por la reducción del precio de acceso a la energía industrial -principal fuente de emisión de gases de efecto invernadero-, contexto que reducía incentivos para iniciar cambios estructurales en el consumo de la misma y/o migrar a energías eco-amigables. Asimismo, se efectuaron grandes inversiones en la industria manufacturera e inmobiliaria, caracterizada por tener un retorno económico inmediato; y finalmente, el resurgimiento de países con economías emergentes como China e India, hizo que su cuota ecológica en términos de emisión de gases aumentara en un 10.4% y 9.4%, respectivamente.

Las externalidades positivas al ambiente generadas a propósito de esta pandemia del Covid-19 no deben interpretarse per se como un beneficio directo ya ganado a favor del medio ambiente; ya que su permanencia dependerá de las acciones que adopten los gobiernos para re-estimular la economía una vez que el periodo de pandemia cese. Si bien es cierto, nuestro estilo de vida ha dado un giro de 180° grados; únicamente de nosotros dependerá si estos cambios positivos al medio ambiente puedan significar un verdadero avance; o, en su defecto, tan solo sea un periodo fugaz más de pequeña austeridad climática que pudo tener el planeta.

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